Palermo es una ciudad de emociónes sin límites y experiencias facinantes. Difícil de definir e imposible de ignorar, una ciudad clásica del sur del Mediterráneo, original y atractiva. Fue una vez un emirato árabe y también sede de un reino de Normanes, para luego convertirse en una de las mas importantes ciudades de Europa en el siglo XI. Hoy, es más conocida por su decrepitud y la decadencia.
Mas allá de la decadencia, Palermo es una hermosa ciudad con una reserva del patrimonio cultural, arquitectónico e histórico que puede rivalizar con toda la riqueza de las grandes capitales de Europa. El rol de la ciudad como cruce entre Oriente y Occidente se ha traducido en una mezcla cultural, que encuentra su mejor expresión en la arquitectura de la ciudad, una fusión de arte bizantina, árabe, normanda, renacentista y barroca.
El aspecto más interesante de Palermo, sin embargo, está representado por sus ciudadanos. Como la ciudad donde viven, los Palermitanos pueden ser peculiares, pero siempre se muestran amigables y hospitalarios, llenos de energía y de pasión, entusiastas consumidores de los placeres simples y sofisticados de la vida. Son ellos los que crean la intensidad que se encuentra en las calles de la ciudad.
Las viejas señoras sentadas en el balcón a hablar, a veces gritan a los jóvenes en motos, que pasan su tiempo paseando por las calles. Fragoroso, ruidoso, un festín para los sentidos, Palermo es un lugar que los visitantes que llegan a Sicilia por primera vez, tienden a evitar. No saben lo que se pierden.